El primordio del hígado aparece en la mitad de la tercera semana como una prominencia del epitelio endodérmico en el extremo distal del intestino anterior. La prominencia, divertículo hepático o yema hepática, consta de células en proliferación rápida que penetran en el tabique transverso, o sea la placa mesodérmica situada entre la cavidad pericárdica y el pedículo del saco vitelino. Mientras las células hepáticas continúan penetrando en el tabique, la conexión entre el divertículo hepático y el intestino anterior (duodeno) se estrecha produciendo el conducto colédoco.
Una pequeña protuberancia ventral se forma mediante el colédoco, dando origen a la vesícula biliar y el conducto cístico. Al proseguir el desarrollo, los cordones hepáticos se mezclan con las venas vitelina y umbilical que constituyen los sinusoides hepáticos. Los cordones hepáticos se diferencian en parénquima (hepatocitos) y producen el revestimiento de los conductos biliares. Las células hematopoyéticas, las células de Kupffer y las células de tejido conectivo derivan del mesodermo del tabique transverso. Cuando las células hepáticas invaden la totalidad del tabique transverso, el órgano sobresale caudalmente hasta entrar en la cavidad abdominal, el mesodermo del tabique transverso queda entre el hígado y el intestino anterior, así como el que se dispone entre el hígado y la pared abdominal ventral se vuelven membranosos y dan origen al omento menor y al ligamento falciforme, respectivamente.
A ambos se les da el nombre de mesenterio ventral luego de formarla conexión peritoneal entre el intestino anterior y la pared abdominal ventral. El mesodermo en la superficie del hígado se diferencia en el peritoneo visceral con excepción de su superficie craneal. En esta región el hígado permanece en contacto con el resto del tabique transverso primitivo. Esta parte del tabique, constituida por un mesodermo denso, formará el tendón central del diafragma. La superficie del hígado que está en contacto con el futuro diafragma queda cubierto por el peritoneo; constituye el área desnuda del hígado.
En la décima semana del desarrollo el hígado pesa aproximadamente 10% del peso corporal total. Aunque en parte esto puede atribuirse a la gran cantidad de sinusoides, otro factor importante es su función hematopoyética. Grandes centros de células en proliferación, que producen glóbulos rojos y blancos, se localizan entre los hepatocitos y las paredes de los vasos. Esta actividad desaparece de manera gradual en los últimos 2 meses de vida intrauterina; en el momento del nacimiento no quedan sino pequeños islotes hematopoyéticos. El peso del hígado representa apenas 5% del peso corporal total.
Otra función importante del hígado empieza aproximadamente en la semana 12, cuando las células hepáticas producen la bilis. Mientras tanto, la bilis puede entrar en el conducto gastrointestinal porque la vesícula biliar y el conducto cístico se han desarrollado y éste se unió ya al conducto hepático para crear el colédoco. Por ello, sus contenidos adquieren un color verde oscuro. Debido a los cambios posicionales del duodeno, la entrada del colédoco paulatinamente deja su posición anterior inicial para ocupar una posición posterior y, en consecuencia, el colédoco pasa por detrás del duodeno.
BIBLIOGRAFÍA: Sadler TW. Langman Embriología Médica. 13ava edición. Barcelona. Editorial Wolters Kluwer; 2016.
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